El auto de Daniel se estacionó frente a la mansión. Regresaba junto a Agatha después de un largo día de trabajo. Hoy más que nunca necesitaba descansar.
—Puedo darte un masaje si lo deseas. —sugirió Aghata, a lo que Daniel se negó.
—Realmente solo necesito mi cama y esperar que amanezca.
—Nos vemos mañana. —Agatha se acercó a su Alfa y besó en comisura de sus labios. Aprovechaba cada momento para acercarse a Daniel de manera sugestiva.
Ella se alejó y él aprovechó para avanzar a su habitación. Estaba cansado de su vida rutinaria, extrañaba cuando simplemente salía al bosque a correr, moverse entre los árboles, mientras los destellos de la luna plateada guiaban su camino.
Salió de la habitación y subió a la parte más alta de la mansión. Desde allí podía ver la enorme luna, radiante e imponente.
Aprovechando la soledad, se convirtió en su forma animal. Un majestuoso lobo con pelaje gris, sus ojos dorados fijos en el horizonte donde la luna ascendía majestuosamente.
Daniel subió a los