ANDY DAVIS
Antes de que pudiera preguntar más, el bullicio a nuestro alrededor cesó y se convirtió en un murmullo expectante. Vi rostros de colegas, jueces, abogados, personas que admiraban a Bastián, y que esperaban ansiosos mi reacción. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo era posible que todos estuvieran reunidos en ese momento de manera tan coordinada? Me ericé como lo haría un gato acorralado, pero me obligué a comportarme relajada, sin embargo, mi sonrisa nerviosa no ayudaba.
—La primera vez que te pedí matrimonio, no tenía nada digno para ofrecerte. —¡Ay no! No me gustaba la frase con la que había empezado Bastián. Abrí la boca, pero se me retorció el estómago de manera dolorosa cuando se hincó frente a mí y sac&oacut