BASTIÁN LEBLANC
El café tenía un aroma fuerte y amargo, pero nada en ese lugar me resultaba más desagradable que la presencia de Mindy frente a mí. Era una mujer hermosa, todos los ojos se posaban en ella y podía adivinar que más de uno me consideraba afortunado por compartir mesa.
Mindy era el extremo contrario a Rachel, más madura, una belleza que rayaba en la sensualidad, pero con una malicia que parecía correr por sus venas de manera natural. Una vez más me encontré pensando en Andy, ella no era infantil e inmadura como Rachel, tampoco ambiciosa y corrupta como Mindy, y en belleza les ganaba a ambas.
Manteniendo el silencio y su sonrisa, sacó su teléfono con calma y deslizó la pantalla hasta mostrarme varias fotos. Ahí