ROCÍO CRUZ
Mi mañana transcurrió en un silencio extraño. Tardé más tiempo en la regadera antes de ponerme uno de los elegantes atuendos que había empacado para la misión fallida. Cada segundo en mi cuarto esperaba que James tocara a mi puerta y me diera noticias. Aunque si me decía que quería que huyéramos juntos, me hubiera encantado más.
Con unos shorts, una camisa de seda a medio desfajar y unas botas altas, bajé al bufete del hotel. Aunque sabía que todo lo aprendido con Ágata ya no tenía sentido, decidí usarlo, para no desperdiciar.
Avancé entre la gente con la frente en alto, la espalda derecha y contoneándome de manera relajada, como si no fuera mi intención lucir como modelo en pasarela, aunque por dentro me sentía incómoda de que todo mundo me viera.
Me pasé la mano por el cabello hasta que una voz varonil sonó a mi lado.
—Señorita, ¿desea que le sirva algo del menú? —preguntó por detrás tomándome del brazo y llevándome hacia una de las mesas. ¿Esto era normal?
—Ah… quiero