ROCÍO CRUZ—Te recuerdo que él no es tu objetivo —dijo el ama de llaves tomando la gorra de mis manos—. No te distraigas. —No me estoy distrayendo —contesté girando hacia ella y tratando de sonreír, pero mi corazón estaba acelerado, rebotando dentro de mí, al ritmo del aleteo de las mariposas en mi estómago.—Claro… —siseó entornando los ojos—. Lo que vas a hacer necesita que no tengas a ningún hombre en el corazón, así que no permitas que nadie entre. Me acercó la gorra y cuando la iba a tomar, ella no la soltó. —Se nota que eres una buena chica, con un corazón inocente. ¿Quieres que te dé un consejo? Aléjate de él. Mantén tu distancia. —Por fin soltó la gorra y comenzó a andar hacia el comedor conmigo detrás—. ¿Sabes qué es peor que un mafioso como el señor Lucien? Abrí la boca, pero no salió ninguna palabra. ¿En verdad había algo peor que alguien como Lucien? Antes de abrir las puertas del comedor, el ama de llaves dio media vuelta y me vio con su mirada de águila. —Los merce
ROCÍO CRUZ—Oye… yo… lo siento… —dije con el corazón pendiendo de un hilo—. No fue mi intención interrumpirte… es que… yo…Mantuve las manos estiradas hacia él, como si eso fuera suficiente para contenerlo. Sus labios se abrieron y pensé que diría algo, hasta que el hombre sentado detrás de mí tomó la delantera, se levantó de la silla, había conseguido liberarse de las esposas que mantenían su única mano aún atada al descansabrazo. La desesperación le dio la fuerza, pero la sangre le ayudó a resbalar su piel, sin mucho éxito, a través del metal, y digo que fue sin mucho éxito porque cuando sostuvo una punta de metal contra mi cuello, pude ver que su intento por escapar hizo que su mano se descarnara como si se hubiera quitado un guante. Podía ver sus tendones y el hueso blanco de sus nudillos.Iba a vomitar en cualquier momento. El aroma a hierro empezó a escocer mi nariz. —No te haré nada… —susurró mientras su mano temblaba y la punta se encajaba cada vez más en mi cuello—. ¡Solo q
ROCÍO CRUZMientras las sirvientas se daban prisa, el chofer se plantó frente a mí. Esta vez, con delicadeza, levantó mi mentón, analizando la herida que me había provocado ese hombre en el cuello. Negó con la cabeza, resignado, tenía la actitud de alguien que se sabe condenado y, aún así, no se detiene. Sacó de uno de los cajones un pañuelo limpio y lo humedeció en el lavamanos del baño antes de hacerme sentar en la cama, junto a él, para limpiar la herida con cuidado. En verdad se estaba esmerando por no lastimarme más de lo que ya estaba. —Descuida… estoy acostumbrada desde chica al dolor —dije con media sonrisa y presioné su mano contra mi piel, motivándolo a tallar con más fuerza—. De niña hasta me pegaban con el cable de la plancha. ¿Crees que este piquetito me va a tirar?Pude ver por el rabillo del ojo como arqueaba una ceja, tal vez escéptico, tal vez cansado de escucharme. Nunca lo sabría si no lo decía y mientras no lo dijera, entonces tendría libertad para interpretarlo
ROCÍO CRUZ—Arruinaste mis planes… ¿crees que lo justo sería que yo te arruine? Tal vez necesito quemarte las manos o romperte una pierna para sentir que tu falta es compensada de alguna manera —siseó Lucien con una crueldad que me sorprendió—. Dime, ¿cuál es el castigo más prudente para que no vuelvas a fallarme de esta manera?Entonces el chofer se quitó los guantes y se remangó la camisa, exponiendo su piel, con la mirada fija en la nada y un gesto de piedra. Mi corazón se detuvo cuando Lucien se quitó el cigarro de la boca y se disponía a apagarlo en la cara interna de su antebrazo.—¡No! —grité furiosa y bajé las escaleras con una habilidad que desconocía. En ese momento llevar tacones no parecía un reto imposible. Mi grito había sido suficiente para llamar la atención de ambos hombres, pero justo cuando estaba por acercarme, Ágata me detuvo, envolviéndome en sus brazos. —La primera clase de hoy: no te metas donde nadie te llama —susurró en mi oído mientras yo veía todo con ho
ANDY DAVIS—¡¿Embarazada?! —exclamé emocionada e inquieta. No podía sonreír más de lo que ya lo hacía. Mi corazón golpeaba tan fuerte como un tambor y de pronto no sabía si reír o llorar por la emoción. —Así es… —contestó el doctor mientras revisaba mis estudios—. Me alegra que la inseminación artificial haya dado resultados tan satisfactorios. Al parecer tienes tres semanas de gestación. El producto está bien implantado. Ahora solo falta revisar si es uno solo o gemelos.Hizo a un lado el folder con los resultados de sangre y sacó los de ultrasonido mientras sus palabras aumentaban mi sorpresa.—¿Gemelos? —pregunté ansiosa. Me faltaba la respiración. Mi esposo y yo nos habíamos esforzado tanto por tener un hijo, si eran dos, sería una bendición. —En la fertilización in vitro suele haber gestaciones múltiples, pues inoculamos varios óvulos fecundados para aumentar el porcentaje de éxito —dijo el doctor con una sonrisa mientras revisaba el estudio—, y como decía, hay dos productos qu
ANDY DAVIS—No tiene sentido hablar de eso en este momento —dijo John mientras acariciaba la mejilla de su amante y esta levantaba su mirada hacia él. Había chispas entre ellos. Derramaban miel, pero para mí era veneno puro. Cuando la chica se alzó en las puntas de sus pies para alcanzar los labios de mi esposo decidí que yo también podía jugar en este juego y salir victoriosa. En cuanto sus labios se tocaron, saqué mi teléfono y tomé un par de fotografías, tomándolos por sorpresa antes de guardar mi celular en el bolsillo. —¿Qué se supone que…? —No dejé que mi suegra indignada terminara su pregunta cuando les ofrecí a los tres una amplia sonrisa.—Se llama evidencia… —contesté mientras volvía a revisar el contrato de divorcio, esta vez con más atención y el corazón frío. Como me lo esperaba, yo no sacaría nada de este matrimonio. No me darían ni las gracias por haber desperdiciado cinco años de mi vida amando a un ingrato y soportando a una bruja como suegra. —¿Evidencia? —pregunt
ANDY DAVIS—¿Cómo que no…? —ni siquiera terminé de preguntar cuando ya me sentía mareada y con náuseas. —Lo siento tanto, créame que fue un accidente —contestó el doctor verdaderamente apenado.—¡¿Un accidente?! ¡Me acaba de decir que mis hijos no son de mi esposo! ¡¿Cómo pudieron equivocarse?! ¡No concibo que una clínica de su categoría…!—Señora, le juro que la pasante que confundió las muestras ya fue despedida —insistió el médico cada vez más avergonzado del error.Por un momento caminé en círculos dentro del consultorio. Lo que parecía un día en el que nada podría salir mal, en realidad era un día en el que todo estaba saliendo mal. Primero la traición de John y ahora eso. La encargada de fecundar mis óvulos con el esperma de John se había equivocado y ahora estaba embarazada de… ¡quién sabe quién! ¿Cómo habían dejado algo tan importante en manos de una novata? ¡¿Qué, nadie la estaba supervisando?! Bueno, era obvio que no. —Si mi esposo no es el padre de mis hijos… entonces, ¿
DAMIÁN ASHFORD—¡Estás loco! ¡No tienes corazón! —exclamó la mujer con la mirada llena de ira y sus manos en su vientre, protegiendo a mi hijo de mis palabras—. ¿Cómo puedes hablar así? No es un juguete que puedas tirar a la basura. Eres un demonio. Me quedé en completo silencio, viéndola una vez más. No estaba acostumbrado a esa clase de respuestas y era sorprendente que esa mujer se comportara como una fiera conmigo. ¡¿Quién carajos se creía que era?! —Es mi esperma —dije entre dientes tomándola del brazo y acercándola de un tirón, creí que sería suficiente para que, como otras solían hacer, pidiera disculpas y llorara, pero, por el contrario, lo primero que hizo fue lanzarme una bofetada que pude atrapar sin separar mi atención de su rostro iracundo. —Son mis óvulos —respondió sosteniendo mi mirada. Fascinante, no planeaba ceder. Era feroz y no tenía consciencia del peligro que significaba hablarme así. No era la clase de mujer aburrida con la que siempre me encontraba y… aunqu