ANDY DAVIS
La brisa nocturna de París acariciaba mi piel mientras caminábamos hacia el restaurante que Bastián había elegido para celebrar nuestro éxito. Cinco años de esfuerzo, sacrificio y largas noches de trabajo habían dado frutos: éramos los mejores abogados de la ciudad y nuestro bufete era todo un éxito. Tal vez era tirar muy alto, pero tenía la esperanza de que algún día se convirtiera en una firma respetable.
En esos cinco años Bastián se había convertido en algo… especial, era prácticamente mi compañero de vida. No solo me había dado un techo, una cama y la seguridad de que no me faltaría nada, sino que había estado a mi lado en los momentos más difíciles, incluyendo mi embarazo y la crianza de los mellizos. Pese a que no eran sus hijos, era imposible no notar la alegría con la que tocaba mi vientre y hablaba con los niños.
Éramos todo para el otro, y al mismo tiempo… no éramos nada. Solo un conjunto de miradas cargadas de electricidad, de caricias furtivas, roces de manos,