CAMILLE ASHFORDLucien me ayudó a vestir, en completo silencio, intentando contenerse, pero podía sentir esas caricias de contrabando que declaraban cuanto me deseaba y no podía estar más feliz. —Gracias… —susurré en cuanto subió el cierre de mi vestido nuevo. Me sentía como toda una princesa—. El vestido es hermoso. No podía evitar sentirme apenada cada vez que lo veía a los ojos y él me regresaba una mirada intensa, profunda. Era como si no existiera nada más que yo. —Y habrá muchos más, de los colores que tú quieras. Toda la ropa que desees, collares, aretes, solo dime qué es lo que quieres y te lo daré —susurró mientras acariciaba mi mejilla con delicadeza. —Dices que Ángel no es una muñeca como para que le compre tanta ropa y tú…—Es diferente —me interrumpió inclinándose hasta besar mi hombro, haciéndome estremecer. Mis hormonas estaban disparadas, la atracción que sentía hacia Lucien se desbordaba y no sabía cómo controlarla. Entonces subió por mi cuello, olfateándome suave
CAMILLE ASHFORD—Estaré bien… —Fue lo único que pude decirle a Damián. No fue suficiente para calmar su ansiedad, pero no estaba dispuesta a alejarme de Lucien. Encontraríamos la manera de que todo funcionara, estaba segura. De esa manera me despedí de Andy, mi hermano y los niños, bajo la promesa de que nos veríamos seguido, de que Andy pasaría a visitarnos para ayudarme con el niño, aunque Lucien aseguraba que no le faltaría nada a nuestro bebé, mientras él y Damián compartían una mirada silenciosa que parecía tensa y al mismo tiempo había una clase de comprensión entre ellos difícil de descifrar. —¡Pánfilo! —exclamé saludando desde la distancia al chofer de Lucien, quien nos esperaba tranquilamente recargado en el auto. Noté como se tensó cuando escuchó mi voz, pero pronto relajó los hombros y suspiró como quien sabe que comenzará su tortura y no tiene opción—. ¡Mira, Pánfilo! ¡¿No es el bebé más hermoso que has visto en tu vida?!Sostuve a Ángel delante de él, esperando alguna r
ANDY DAVISSe estaba transmitiendo en cadena nacional, cada televisión del país lo estaba compartiendo. Hasta ese punto llegaba el narcisismo de John. Detrás de una mesa con manteles pulcros y blancos, él se mantenía ecuánime. Los moretones de su rostro habían empezado a desaparecer, dejando que la gente recordara lo guapo que era antes de la golpiza. A su lado, como fiel escudera, su madre. Secando lágrimas falsas que fingía esforzarse por no soltar, como si deseara mostrar al mundo que por más dolida que estuviera, también era una mujer fuerte, pero yo sabía bien que solo era una manipuladora de mierda.Frente a ellos, varias decenas de reporteros y fotógrafos que no querían perderse ni un solo movimiento.—¿Tomará represalias contra el señor Ashford por lo sucedido? —preguntó una reportera, tomándose en serio el circo mediático que estaba creando John.—No quisiera hacerlo, porque sé que en este momento es la pareja sentimental de mi exesposa, pero lo que hizo es injustificable. C
ANDY DAVISApreté los labios y guardé silencio mientras le sostenía la mirada al abogado. —Eso creí —fanfarroneó antes de intentar entrar otra vez a mi casa. Me hice a un lado sin soltarme del pomo de la puerta, dudando si no hacer nada era la mejor opción. Dejar que tomaran las muestras y nos dejaran en paz. —¿Mami? —preguntó Leoncito y el miedo en su voz me dolió. Una lluvia de imágenes se proyectó en mi cerebro, todas mostrando a mis pequeños en un laboratorio, asustados, sin querer cooperar, con sus ojitos llenos de lágrimas y suplicando por mí. No podía permitirlo. No entiendo cómo es que tuve la fuerza para tomar a Meyer de la solapa del saco con una mano y echarlo hacia atrás. Era un tipo que me doblaba en peso y, aun así, parecía un muñeco de trapo en mis manos. Cuando se sujetó del marco de la puerta para evitar caer, supe lo que tenía que hacer antes de que los policías actuaran: dejar que mis reflejos lo resolvieran.—Dale un mensaje a John: ¡Con mis hijos no te metas!
CAMILLE ASHFORDMe quedé en silencio, pensando en todas las posibilidades. Ahora que éramos más unidos, ¿hasta dónde llegaba mi libertad para invadir su privacidad? No quería incomodarlo, no porque le tuviera miedo, más bien por respeto, pero la curiosidad me corrompía.—Tocaré antes de entrar, no te preocupes —le contesté al ama de llaves con una sonrisa que prácticamente era una línea recta por lo tenso de mis labios.Caminé con calma, atravesé el estudio y, como había dicho ella, ahí estaba la puerta que llevaba al invernadero. Me acerqué lentamente y alcancé a escuchar la música que sonaba, era música clásica, y no pude evitar sonreír.
CAMILLE ASHFORDCon el cuerpo tembloroso y completamente aferrada a él, nos vimos por un largo rato después de disfrutar del clímax. Podía escuchar mi corazón retumbando en mi cabeza mientras ambos jadeábamos satisfechos.Con un beso gentil, sellamos nuestra pequeña travesura en el invernadero y permanecí abrazada a él, absorbiendo su calor y su aroma. Sus brazos eran mi refugio, no podía explicar cómo me sentía estando con él de esa manera, pero de algo estaba segura, el mundo dejaba de importar.—Te amo —susurró para después besar mi frente y hacerme sonreír como una tonta.Antes de que pudiera responder escuché un par de golpes en la puerta. R&aacut
LUCIEN BLACKWELLTuve que recoger muchos pétalos del suelo, y mientras lo hacía, no pude evitar sonreír, recordando el motivo. Camille se había convertido en una adicción. No podía mantener la calma cuando acariciaba su piel o cuando me veía de esa manera, con deseo. Esa mujer me tenía a sus pies.—¿La tienes? —pregunté hacia el teléfono que descansaba en la mesa a un lado, con el altavoz encendido. —¡Auxilio! ¡Me secuestran! ¡Alguien haga algo! —escuché la voz de esa mujer resonando con fuerza, entonces mi pregunta quedó respondida. Como siempre mi chofer era muy práctico expresándose. —Bien… hablaré con el ama de llaves para que te alcance en la casa vieja —contesté antes de colgar. Mientras le daba los últimos toques a la última rosa, algo perturbó el ambiente. Lo podía sentir, había algo extraño, fuera de lugar. De inmediato me alerté y lo vi, un par de ojitos azules asomados por encima del borde de la mesa. Curiosos moviéndose en cada objeto. —Hola, tío Lucien, ¿qué haces? —p
LUCIEN BLACKWELL—De pronto se me perdieron de vista los niños… en verdad, lo siento mucho —agregó Camille una vez que estuvimos solos. Cuando volteé hacia ella de nuevo me sentí culpable por preocuparla.—No tienes que disculparte —respondí tomando su mano y besándola con cariño. —Prometí cuidarlos y se me escaparon, sé lo importante que es para ti estar en calma dentro del invernadero y… Antes de que terminara, tomé su rostro entre mis manos y la besé, robándome su aliento, alimentándome de su alma. Recuperando la paz que había perdido, gracias a su calor y su aroma.—Está bien… —susurré contra sus labios—. Nunca lastimaría a los mellizos, sé cuánto te importan y cuanto los quieres.Aún recordaba la manera protectora en la que se mostró aquella vez que la visité en el «chalet» de Damián y me la llevé. Desde ese día había demostrado que sería una madre protectora. —¿Dónde está Andy? —pregunté mientras examinaba su hermoso y angelical rostro.—Fue a buscar a Damián, no contesta el