CAMILLE ASHFORD
Lucien me ayudó a vestir, en completo silencio, intentando contenerse, pero podía sentir esas caricias de contrabando que declaraban cuanto me deseaba y no podía estar más feliz.
—Gracias… —susurré en cuanto subió el cierre de mi vestido nuevo. Me sentía como toda una princesa—. El vestido es hermoso.
No podía evitar sentirme apenada cada vez que lo veía a los ojos y él me regresaba una mirada intensa, profunda. Era como si no existiera nada más que yo.
—Y habrá muchos más, de los colores que tú quieras. Toda la ropa que desees, collares, aretes, solo dime qué es lo que quieres y te lo daré —susurró mientras acariciaba mi mejilla con delicadeza.
—Dices que Ángel no es una muñeca como para que le compre tanta ropa y tú…
—Es diferente —me interrumpió inclinándose hasta besar mi hombro, haciéndome estremecer. Mis hormonas estaban disparadas, la atracción que sentía hacia Lucien se desbordaba y no sabía cómo controlarla. Entonces subió por mi cuello, olfateándome suave