Riú siente que su mundo se derrumba y que el dolor en el alma es demasiado desgarrador para ser soportado.
El pecho le sube y le baja con agitación y su humanidad va perdiendo el control de sí, por lo que es su lobo quien empieza a hablar en contra del consejo y a maldecirlos sin reparo.
—Debes calmarte o vas a empeorar todo —le aconseja Arel cerca del oído.
—¡Para ti es fácil decirlo porque tú vives tranquilo con tu mate y nadie va a arrebatártela! —Las lágrimas le mojan el rostro y, gracias a la presión que lo ahoga, él empieza a hiperventilar.
—Alfa Riú, le ordenamos que se controle —lo increpa uno de los jefes del consejo—. Entendemos lo doloroso que es apartarse de su compañera, pero es un sacrificio que salvará a su gente. Todos los licántropos les estaremos sumamente agradecidos por su colaboración.
La ira, que el argumento de aquel hombre le provoca a Riú, hace que la sangre se le caliente más de lo que ya está y que este empiece a golpear la mesa con tirria.
—¡¿Mi colaboració