La brisa fresca le levanta las hembras negras y largas, pero él ignora el jugueteo del viento con su cabello y se enfoca en el hermoso paisaje que lo rodea.
Las rosas silvestres emanan un perfume exquisito, uno que lo hace olfatear y salivar de forma excesiva. Ese aroma lo envuelve y lo aprisiona de una manera fascinante y placentera.
—Pequeña loba... —musita él mientras la busca con la mirada—. ¿Dónde estás?
Antes de que la angustia se apodere de su pecho, ella aparece frente a él. Su sonrisa tierna remueve algo en su interior y lo convierte en un hombre diferente, uno dispuesto a amar y a dejarse someter por una mujer pequeña y frágil.
—Alfa...
—Llámame Tron —la interrumpe.
—Tron... —susurra ella con timidez y las mejillas sonrojadas.
Escuchar su nombre en el timbre suave de su mate le provoca un estremecimiento en todo el cuerpo y que el corazón le lata con vehemencia.
—Te he extrañado tanto, mi pequeña loba, que el corazón me duele y me sangra. Por favor, no vuelvas a apartarte de