Capítulo 40

A la mañana siguiente, Otsana se levanta temprano, se da un baño caliente y se pone un vestido fresco y cómodo.

Ella se cepilla el cabello y se lo recoge en una coleta alta, que le deja el rostro a la intemperie.

Los toques en la puerta la espantan, pero su semblante se relaja cuando descubre que se trata de Clarice.

—¿Necesitas ayuda con alguna cosa? —le pregunta su mucama mientras empieza a recoger la habitación.

—No, estoy bien, gracias —responde ruborizada, debido a que no está acostumbrada a tantas atenciones.

—Eso veo. —La rubia le sonríe—. Ya que estás lista, ¿por qué no te diriges al jardín? Fui informada de que el alfa Claudio desea que ustedes dos desayunen juntos. Si quieres te puedo llevar hasta allí, aunque no hay perdedera. Sólo tienes que seguir derecho hasta el final del pasillo, después de que salgas de la habitación.

—Gracias —responde Otsana con una sonrisa.

Ella sigue las instrucciones de Clarice y pronto llega a su destino.

Le llama la atención que el jardín pose
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