El humo de la batalla aún flotaba en el aire de la cabaña. Las runas en las paredes respiraban luz, como si la madera misma latiera al ritmo de la magia que Raven acababa de desatar.

Ella cerró el grimorio con manos temblorosas. El libro ardía con una energía viva, insistente, como si quisiera abrirse solo y mostrarle más secretos… más peligros.

Darius se agachó junto a ella, sus ojos grises firmes, alerta.

—Tu magia es real. Y más fuerte de lo que cualquier Alfa ha presenciado.

Raven bajó la mirada.

—No la controlo. Fue la cabaña, el grimorio. Algo… algo me empujó.

Darius tocó su mejilla. Su pulgar dibujó un rastro lento sobre su piel, cálido, reconfortante.

—No, Raven. Fuiste tú. Tu sangre respondió. Tu alma lo llamó. Lo sentí… como siento ahora esto.

Sus dedos bajaron hasta la marca en su cuello. El calor regresó, ardiendo suave, dulce, envolvente. Su respiración se aceleró.

—Darius… —murmuró, la voz frágil entre deseo y miedo.

Sus rostros quedaron a un suspiro. Su mirada ardía, pr