El tiempo avanza con una lentitud exasperante, y la desesperación carcome mi paciencia.
Necesito ver a Georgina. Apenas hemos podido hablar, y eso me inquieta. No quiero que saque conclusiones erróneas por mi ausencia. La próxima vez que tenga que viajar, si ella no viene conmigo, simplemente no habrá viaje.
Por ahora, me consuelo con las fotos que me envía de su pequeña pancita. Siempre sonríe, posando su mano sobre su vientre, y la ternura en su gesto me desarma. No puedo evitar pedirle más fotos cada vez que tengo oportunidad.
Pero los problemas nunca faltan cuando se trata de mi padre. Una emergencia en uno de los casinos ha requerido mi atención, y hoy debo reunirme con mis padres para almorzar.
De camino, llamo a Georgina. Su voz suena cansada. Le recuerdo que no quiero que se sobrecargue de trabajo, solo que haga lo necesario. Me despido con varios besos antes de llegar a casa.
Y entonces, mi humor se tuerce.
La familia de Dayanara está presente en el almuerzo, y ella, co