Llego al departamento casi una hora después y en cuanto abro la puerta el gritito de Gianluca me hace saltar en mi lugar.
—¿D-dónde estabas? Te estuve llamando desde hace un rato y no contestabas —me recrimina molesto.
—Sabías que tendría una cena con mi jefe y llegaría tarde, así que por eso voy llegando.
—El bizcochito le habló al pastelito de Marcello y este a su vez me llamó a mí para saber si ya habías llegado —se explica acercándose a mí y tomando mis cosas, al tiempo que me mira de arriba abajo.
—Estoy bien Gianluca.
—No, no estás bien. Sé que discutieron peor que otras veces, así que me espanté y tuve miedo de que les pasará algo —musita abrazándome y besando mi coronilla—. ¿Qué sucedió para que te hayas bajado del auto y decidieras regresar en autobús?
—Mi jefe no quiere a mi bebé —respondo con la voz ahogada en lágrimas.
—¿L-le contaste todo? —me cuestiona llevándome hasta el sofá.
—No, con todas sus letras, pero se lo di a entender.
—¿Y entonces por qué estás tan se