Ariadne y Clarisse llegaron a ese punto destinado. Claramente era un local de alquiler de computadoras y a pesar de que habían llegado al lugar correcto, había un problema y muy grande.
—Esto va a hacer mucho más complicado de lo que estábamos pensando.— Dijo Ariadne tan pronto ambas entraron al lugar.
Había alrededor de una docena de computadoras y al menos 7 de esas estaban siendo usadas por calientes que estaban concentrados en su pantalla. El encargado se acercó a ellas para ofrecer sus servicios o poder ayudarlas.
—Hemos venido hasta acá para encontrar a un cliente que me ha estado mandando correos anónimos desde este lugar.— Explicó Clarisse lo más calmada que pudo.
—Es casi imposible poder saber quién está haciendo eso.— El dueño señaló el lugar, —Diariamente recibo cien clientes.
—¿No tendrá en sus manos alguna lista con la identidad de cada uno de los clientes?— Preguntó Ariadne con curiosidad. El dueño negó con la cabeza, —¿O al menos puede darnos acceso a las cámaras de seg