42. Miedo de la esposa enojada
Los ojos de Sandra se abrieron, sacudió la cabeza y su respiración se entrecortó como si el aire de la habitación de repente se hubiera vuelto demasiado pesado para respirar. "¿Tiene esto algo que ver con la muerte de mi madre, tío?"
La voz de Sandra se quebró, apenas más que un susurro, pero pesada por una carga enterrada hacía mucho tiempo.
Alani miró hacia abajo y agarró con fuerza la botella que había estado fría durante mucho tiempo. Sus ojos se clavaron en el viejo y agrietado suelo de madera, como si buscara respuestas entre las grietas del tiempo que había pasado. La habitación estaba en silencio, sólo se oía el sonido del reloj de pared marcando lentamente, contando los segundos que parecían siglos.
"Sandra..." dijo Alan finalmente, con voz baja, ronca, "Ojalá pudiera decir que no. Ojalá pudiera decir que todo fue una coincidencia, que esas cartas, la caja de madera que encontraste en el ático y el nombre escrito dentro... no tenían nada que ver con tu madre".
Sandra respiró