Aldo se frotó los labios de los que ahora sangraba sangre fresca por la fuerte bofetada de Alan. El dolor se extendió, pero mucho más doloroso fue la mirada fría que ahora atravesó su corazón.
Dio un paso atrás y su espalda casi tocó la pared de la habitación estéril de la que alguna vez estuvo tan orgulloso como el lugar de nacimiento de la esperanza. Ahora sólo queda una sensación de vacío y miedo.
"¿Por qué estás en silencio? ¿Te das cuenta de lo que has hecho?" La voz de Alan rompió el silencio, aguda como un bisturí despiadado. "Inseminación artificial sin permiso. ¿Sabes lo atroces e ilegales que son tus acciones? ¿Crees que no puedo denunciarte ante la junta médica? Podrías perderlo todo, Aldo. ¡Tu licencia, tu carrera, incluso tu libertad!"
Aldo tragó con fuerza, sentía la lengua entumecida. "¿Qué quieres decir, Alan?" dijo, tratando de mantenerse erguido a pesar de que le temblaban las rodillas. "No entiendo. Sólo ayudo a los pacientes según el protocolo..."
“¿Paciente?” Alan