Señales.

Los días y las semanas transcurrían junto a los paseos de la mano, los besos en la mejilla, las risas, el amor... Y los engaños.

Eran pocas las tardes en las que la soledad de apoderaba del ambiente, pues casi todos los días una nueva aventura tocaba a la puerta de los dos adolescentes cautivos bajo el hechizo del primer amor.

Entonces las madrugadas eran sagradas para Mia Suarez, pues eran las únicas horas en las que podía leer sin interrupciones, se transportaba mentalmente a todos esos escenarios de los libros que leía, se perdía entre las letras, siendo inconsciente de que en el mundo real se estaba perdiendo a sí misma.

Y el sermón de la señora Gertrudys todas las mañanas era bello, intentaba hacer entrar en razón a su nieta sobre las consecuencias que le traería a mediano plazo leer a esas horas.

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