Walter miró con una expresión de dificultad a los ancianos de la familia López. Su mirada dejaba claro que estaba indicando que debían irse.
Fabio y Hadya no eran personas comunes; ¿acaso no podían entender lo que Walter quería decir? Pero, por el bien de la familia López y de Jimena, no podían simplemente dejar que Walter se fuera así.
Hoy Walter les había permitido entrar a su casa, pero mañana tal vez no tendrían la oportunidad de verlo de nuevo. Además, Fabio había expuesto los secretos y las heridas de la familia López, y aún así Walter permanecía impasible; eso era algo que no podía tolerar.
Con el sudor empapando su frente, Fabio de repente se arrodilló en el suelo, cayendo de bruces y sollozando: —Señor Guzmán, por favor. ¡Ayude a la familia López!
Mariana, al ver esta escena, sintió un nudo en el estómago. Recordaba que Fabio y Eduardo eran hombres rectos y honestos. Solo Jimena y Hadya eran las que más molestaban. ¿Qué había hecho Fabio para tener que arrodillarse ante un jov