Todos miraron hacia arriba, incluyendo a Mariana y Yahir.
Jacob, con los brazos cruzados, miró al jefe y dijo: —Pablo, hace mucho que no nos vemos, tus métodos siguen siendo tan despreciables.
Pablo entrecerró los ojos. A contraluz, no podía ver claramente los rostros de los dos hombres que tenía delante.
Pero esa voz le resultaba muy familiar.
—Les aconsejo que no se metan en esto — dijo Pablo, señalándolos.
—¿Crees que no tienes derecho a intervenir? —respondió Jacob con indiferencia.
Pablo sonrió y dijo: —En asuntos del Club WK, los ajenos no tienen lugar.
Walter levantó una ceja y soltó una risa suave, mirando fríamente a Pablo. Su voz se volvió más fría: —¿Y si la persona que estás atacando es mía?
Mariana contuvo la respiración. Esa frase le recordó un momento del pasado.
Cuando él empezaba la universidad y ella aún estaba en la preparatoria, una vez fue a buscarlo y unos matones la molestaron.
Él se acercó con una sonrisa y les dijo: —¿Y si la persona que están molestando es mía