Capítulo 123
El hombre ajustó ligeramente sus gafas y levantó la vista, captando al instante la radiante Mariana.

Mariana era como un punto de luz ambulante, dondequiera que estaba parecía llevar un reflector consigo, haciendo imposible ignorar su presencia.

Se levantó rápidamente y, con entusiasmo, le ofreció un asiento. —¡Vaya, Mariana, ¿cómo es que estás aquí?

—Buenas noches, señor Silva. Justo estaba cenando con una amiga y me encontré con Adriana —respondió Mariana amablemente.

Paulo Silva se rio a carcajadas y bromeó: —¡Eso es una coincidencia!

—¿Estabas muy ocupado últimamente? ¿Cómo está tu salud? —preguntó Mariana con preocupación.

Paulo se dio una palmada en el brazo robusto y, con una sonrisa radiante, respondió: —¡Desde que me hiciste acupuntura la última vez, estaba mejor que nunca!

—Aun así, debes seguir haciendo ejercicio —le recordó Mariana.

Paulo asintió repetidamente y, con entusiasmo, la tomó de la mano: —Lo sé. Vamos, siéntate y come algo con nosotros.

—No, sólo venía a saludar
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