Con la garganta adolorida, Walter miró la pared detrás del sofá y no pudo evitar recordar el cuadro del atardecer que Mariana había comprado.
Quería hacer uno nuevo, para seguir colgándolo allí.
La pared se sentía demasiado vacía.
Sacó su teléfono y le envió un mensaje a Simón: [No iré a la oficina mañana.]
Simón respondió: [No puede ser, señor Guzmán. Mañana tienes que ver a dos clientes y asistir a dos reuniones importantes. Debes estar presente.]
[Cancélalo.]
Tras enviar el mensaje, Walter tomó su teléfono y, frustrado, lo arrojó directamente en la copa de vino.
Este WhatsApp, siempre parecía no recibir los mensajes que quería.
Y los que no deseaba, siempre llegaban en montones.
Walter tomó otro vaso.
Lo llenó de vino y, sosteniendo la copa, subió las escaleras mientras bebía.
Abrió la puerta del dormitorio; la cama estaba fría. El vestidor y el baño estaban completamente vacíos.
Walter se sentó en el suelo del vestidor, mirando la habitación tan desolada, como si sus ojos estuviera