Capítulo 31

—Buen día, joven Esteban, ¿Le ofrezco algo de beber? — interroga María, la empleada de la casa, apareciendo de repente causándome un susto.

—Buen día— respondo sobresaltado—No, estoy bien así.

—¿Lo asusté?

—Un poquito nomás.

—Lo siento, no quise…

—No te disculpes, no pasa nada. Estaba perdido en esta fotografía.

—En los noticieros desde temprano no se habla de otra cosa— La miro un segundo perdido— De la chica— señala — no dejan de hablar de la chica y de su hermano. Disculpe que me entrometa, pero esa mujer más parece una trepadora y arribista. No sé con qué intenciones se coló a la fiesta, pero dicen que vive en un barrio pobre.

—¿Y por ser de condición humilde, supones que es arribista? Es lamentable que una mujer como tú haga un comentario como ese.

—Lo siento, no quise…

—Olvida eso. Solo retírate.

María abandona la sala apenada y no me molesta si se siente terrible, ¿Cómo es posible que haya dicho eso? Aunque no haya sido su pensamiento, el que lo repita sin conocerla, me irrita.
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