Al llegar a la casa, una cálida bienvenida nos esperaba. Roger y Milena se habían encargado de reunir a los amigos cercanos para la gran sorpresa. Los abrazos y felicitaciones continuaron, y el ambiente se llenó de risas y conversaciones animadas.
—Vamos a celebrar como se debe —anunció Roger, levantando una copa—. ¡Por la familia y por el nuevo miembro que viene en camino!
Todos levantamos nuestras copas, brindando por el futuro y por el amor que nos unía. La tarde transcurrió entre anécdotas, risas y momentos de complicidad. La familia Martinelli se sintió como en casa, y la alegría era notable en cada rincón.
Carlos y yo nos alejamos un momento de la multitud para hablar en privado. Nos sentamos en el jardín y respiramos el aire fresco de noche.
—Carlos, sé que tenemos que hablar —comencé, rompiendo el silencio.
Carlos asintió, mirando al suelo. Luego levantó la vista y me miró directamente a los ojos.
—Sí, Esteban, hay algo que he llevado dentro por mucho tiempo. Desde aquella no