Capítulo 244.

Valente sintió cada fibra se su cuerpo estallando de furia.

—Este hijo de…—, alzó su arma para apuntar al mismo tipo que no alcanzaba a verle el rostro.

Harper se levantó de su lugar y con una de las pinzas conectada a la batería le atravesó la espalda de un golpe, obligándolo a soltar el arma, antes de que la descarga le cubriera desde la punta de sus pies hasta la nuca, en un sacudón bestial que habría dejado inconsciente a cualquiera. Pero Valente no era cualquiera. Había invertido en entrenamientos con todo tipo de grupos de mercenarios. Y los cazadores había sido uno de los que llevaban ese tipo de descargas como uno de sus niveles.

La espalda del portugués se arqueó como si una serpiente se deslizara bajo su piel, las venas le sobresalieron en los brazos, la cabeza se echó hacia atrás y un gruñido inhumano, como el de un león electrocutado, le brotó de la garganta.

Harper aprovechó su único segundo de ventaja. Giró el cuerpo y buscó el arma que se había deslizado por el piso.
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