Horas antes…El silencio en el comedor era una costumbre desde el primer instante en el que Delphine llegó a esa casa, veía a Darek con el mismo semblante de siempre, siendo esquivo y con una mirada que sólo se suavizaba en algunas ocasiones. Ninguna vez trató de acercarse luego de esa noche, parecía furioso por su pedido de no dejarla viuda. Contenerse no era algo habitual en él, pero logró controlarse y encargarse sólo de tenerla en un sitio donde nadie la fuese a maltratar de nuevo. Los sonidos de sus respiraciones eran lo único que podían escuchar, en tanto la mujer embarazada bajaba la mano a su abdomen, arrugando la cara al sentir los movimientos de su bebé. Darek se dio cuenta y actuó como si no le enfadara más que nunca dijera si algo estaba mal. Siempre debía llamar a los médicos para descartar cualquier peligro. Esa mujer lo desesperaba. Jamás nadie lo enojaba tanto. —Su teléfono recibió una llamada —interrumpió Skender, tendiéndole el móvil.Delphine parpadeó, confundida
—No lo creo necesario— la voz de Rüdiger se filtró entre las paredes de la edificación. —Cuándo se perciba el mínimo peligro, lo sabremos y controlaremos la situación. —En ocasiones la gravedad de la estupidez en las personas, es desesperante— contestó el portugués ante las palabras del sujeto que aseguraba tener en sus manos al mafioso que él buscaba. —Deberías usar el cerebro y pensar en que si se me perdió a mí, no deberías subestimarlo.—En lo que a mí me concierne no se me ha perdido ninguna presa nunca— contestó Rüdiger demostrando la seguridad que tenía en su audacia, lanzando su burla a la vez, mientras observaba al mafioso bajando las escaleras.—Si lo pierdes estando en tu poder, y al llegar me encuentro con esa noticia, quién caminará en la cuerda floja con fuego bajo ella, serás tú— destacó Valente. Mateo simuló ser ignorante a lo que este hacía, mientras sentía el par de ojos siguiéndole en todo momento. —Por esa amenaza se sube el precio de diez millones a veinte— Rüdi
—La única que te importa soy yo y te obsequio un poco de atención, porque al parecer nunca la tuviste de nadie— contestó la pelirroja con su voz neutral. La risa de Valente no la inmutó. —Quedan tres, Alaric, Delphine y Harper Visconde— murmuró. —Bueno cuatro, pero dos de ellos pronto estarán en manos de la guardia del marqués, porque tu hermana, la de decencia olvidadiza, le inventó que estaba en un lugar, cuando está en brazos de cierto albanés. —¿Ser comunicativo ahora es tu ocupación?El toque burlesco no le pareció divertido. Intimidarla no era fácil. No se equivocaba cuándo pensaba en la idea de que sus vidas había sido tocadas por las mismas situaciones, llevándolos a ser lo que ahora eran. —Hacerte la fuerte no significa que lo eres— el portugués caminó rápidamente al vehículo que esperaba por él. —Si pude capturar y enloquecer a tu…ex, creo que contigo las cosas serán más fáciles. —Me asombra tu confianza, es muy admirable— continuó Harper con una serenidad que seguía me
—¿Qué es lo que se necesita para tener buena recepción en este sitio?— se quejó Harper entrando al edificio, el portero se sintió apenado por ver a alguien de su talla teniendo quejas. Ella incitaba a que todos quisieran evitarle incomodidades. Su mirada era un embrujo que removía los deseos ocultos en tantos, que ignorarla era una tarea difícil en quienes, en ese momento, la veían con un gesto preocupado. Entre un grupo de caballeros que reflejaban poderío, uno resaltó en su interés por la dama en apuros. Justo lo que él siempre buscaba. Un ser intranquilo, a quién le podía ofrecer una solución. —No puede ser— volvió a quejarse Harper.—Disculpe, señorita— se adelantó el sujeto en traje de tres piezas de inmediato. —No trabajo aquí, pero si puedo resolver su problema, estaría gustoso. —Noble su intención, claro que puede— suspiró, llevándose la mano a la espalda, pues el tener molestias en sus heridas podrían dominar el impulso de dejar al descubierto que contaba con ellas. —Nece
—Nos ves como si fuéramos peor que ratas —soltó Rüdiger con los dientes apretados. Siempre los ignoraba, y eso no era lo que merecían por ayudarlo. Mateo no alzó la vista, pese a que era lo que esa pandilla esperaba. Siguió girando la cinta adhesiva alrededor de los cables, con una calma que era una provocación en sí misma. Aunque no fuera intencional, tampoco se esforzaba por evitar que se sintieran así. Era su problema si sentían eso como tal. —A nosotros, la desconfianza no nos gusta— añadió con la mirada fija en el mafioso que no les brindaba la mínima atención. —Que nos ignoren por no confiar en nosotros nos molesta más. Algunos estaban sentados en la esquina de otra de las mesas. Otros alimentaban la cautela de Mateo y algunos otros se podrían ver cómo desinteresados, aunque no era así. Todos tenían algunos millones con el simple hecho de mantener a ese tipo ahí y no pensaban dejarlo marcharse. —La confianza se gana. No se reparte como pan —murmuró el mafioso, con la
—Tenemos a la vista a la mujer que indicó. Un sólo disparo es lo que tengo antes de ser descubierto— dijo el francotirador a una milla de distancia de la casa que vigilaba, Yara había transferido la llamada, quedándose en contacto a la misma vez con su hermano. —¿A quién asesino? El rubio miró la hora en el reloj que llevaba en la mano, en tanto observó a quién tenía a su lado. Las copias no eran tan fieles al original cómo decían. —¿Cuántos hay en esa casa? —contestó volviéndose hacia la fábrica por la ventanilla. Desde ahí lograba visualizarla, por lo que su conductor se detuvo. —La polaca no está, solo la vieja, el hijo de Clifford y la novia. Hay poca movilidad, señor— contestó el hombre tras la línea. —¿Por qué siento que esto no es una cacería controlada como lo creí?— suspiró alejando el celular de su oreja. Krysia jamás se les despegaba, eso era sospechoso. —Tres de mis hombres no responden desde hace horas, lo más probable es que hayan sido descubiertos— Valente t
—Tengo a la mujer a la vista, ¿orden de disparar?— Valente sintió el aire expandir su pecho con una lentitud medida.Disparar era desatar algo peor que el mismo infierno. Boris no era un hombre al que se pudiera enfrentar sin consecuencias. Ni siquiera los Crown habían logrado matarlo en su momento, y eso ya lo decía todo.—Señor, necesito una orden— insistió la voz.El portugués permitió que el oxígeno lo recorriera como si eso pudiera calmar la presión que le oprimía el pecho. Cada fibra de su cuerpo repetía lo mismo; no lo provoques.—No dispares— masculló, tragando saliva al reconocerse atrapado en un escenario al que no quería pertenecer. Un infierno era suficiente; no necesitaba abrir otro. No en ese momento cuando no podía disfrutar de él ni hacerle frente. —¿Confirmación?—No dispares, no necesito resolver eso cuándo tengo que eliminar la posibilidad de que estas escorias crean que pueden conmigo— tensó sus dientes al ver que su ventaja era muy notable y aún no mostraba sus m
El fuego devoraba estructuras y asfixiaba a todos, con gases liberados por las explosiones y granadas de humo que se expandían con una violencia extrema. El rojo ardiente se reflejaba en las pupilas de los que aún quedaban vivos, obligados a arrastrarse por el suelo ennegrecido que retumbaba a cada nada con los helicópteros que caían y estallaban por todos lados. Las alertas para que ningún civil se acercara ya estaban dadas y se enviaban por cualquier canal que llegara a todos. El perímetro estaba siendo sellado con rapidez, pero los ecos de la destrucción ya se habían extendido por toda Bergen, sabiendo que ese punto, en ese momento, era tierra de nadie. Helicópteros sobrevolaban con luces frenéticas en una guerra aérea, en la cual padre e hija le hacían frente a quienes creían que eran presa fácil. Porque no era así. Las autoridades paralizadas por la magnitud del desastre, solo atinaron a preparar un cordón de contención que pudiera evitar bajas civiles. Deduciendo que aquel no