No hay una cosa que deteste más que la persona malagradecida que no sabe reconocer las oportunidades que le da la vida, en especial, sí es un familiar. Ya que, analizando cuántos primos me quedan, más son los dedos de una mano los que me sobran que quienes quedan con vida.
Pero si la multitud va a traer caos, lo mejor es eliminar de una vez por todas el problema y para eso necesito eliminar la raíz que se ha extendido incluso donde no debía meterse.
Es por eso que me marcha hasta la cocina, agarró algunos alimentos y me dirijo hasta la habitación donde he estado torturando hasta este momento al único hombre lobo sobreviviente del ataque hacia mí.
— He vuelto.
— ¿Va a matarme de una vez? Me he ganado eso, ¿verdad? — pregunta él con un anhelo bastante peculiar.
— Pensé que me ibas a pedir que te perdonará la vida.
— ¿Cómo podría pedirle algo así si ya le he confesado algo que nadie puede confirmarle por miedo a las represalias de su abuelo? Además, vivir con una pierna destruida y