No sabía si reír mientras me aferraba a mi suéter.
—¿Tu asistente?
Lino asintió con expresión seria. —Sí, creo que sería una buena forma de tenerte cerca y a salvo.
Enarqué una ceja. Sentí una mezcla de diversión e incredulidad en el estómago mientras me recostaba contra la pared. —¿No es demasiado estresante para mí y el bebé? —pregunté, burlándome de él por decir siempre que todo es demasiado estresante.
Lino suspiró, con una leve sonrisa en los labios. —Solo quiero asegurarme de que no te esfuerces demasiado. Así que tenme en cuenta si estoy siendo muy cuidadoso.
No pude evitar reír. Observé el leve rubor en sus mejillas. Estaba sonrojado; se veía adorable. Mis labios se curvaron hacia atrás, mostrando una amplia sonrisa.
Carmela decía que Lino no merecía un bebé, pero en realidad lo quiere muchísimo. Me hizo cambiar de opinión. Aunque a veces actúa de forma extraña, como si no me conociera. Pero en realidad… parece que le importo. Y eso me llenó de emoción. «Entonces acepto. ¿Pero