Capítulo 128
Los siguientes días fueron como caminar por un campo minado. El circo mediático en torno al nombre Salvatore no hizo más que intensificarse, con los periodistas vigilando el edificio, esperando un nuevo ángulo, un nuevo escándalo. Enzo y yo apenas teníamos un momento para respirar. El constante zumbido de llamadas telefónicas, crisis de relaciones públicas y reuniones de la junta directiva dejaba poco espacio para nada más.
Los susurros de duda de la junta se hacían cada vez más fuertes, y Enzo se esforzaba al máximo para contener las consecuencias. Incluso sus aliados más fieles parecían vacilantes; su fe en él flaqueaba bajo la avalancha de mala prensa. Podía ver la tensión en sus ojos; las noches de insomnio comenzaban a pasarle factura.
Una noche, Enzo y yo estábamos finalmente solos en su oficina, con las luces atenuadas para bloquear el resplandor de la ciudad. "La junta está cada vez más inquieta", dijo en voz baja. "Si no revertimos esto pronto, me van a echar".