Punto de vista de Juan
Me desperté con náuseas de nuevo. Las náuseas matutinas se habían convertido en mi rutina, una que detestaba. Gemí, agarrándome el estómago mientras me daba la vuelta en la cama. La habitación estaba tenuemente iluminada; las pesadas cortinas bloqueaban casi toda la luz de la mañana. Podía oír los tenues ruidos del personal de la casa bajando afanosamente.
Me arrastré fuera de la cama y fui al baño a trompicones, echándome agua fría en la cara en un inútil intento de despertar del todo. Mi reflejo me devolvía la mirada, pálida y agotada. El cansancio era constante, un peso que no podía quitarme de encima.
"¡Uf!", murmuré, dirigiéndome a la cocina. Quizás un té de jengibre me ayudaría a calmar el estómago.
Al entrar en la cocina, el aroma a pan recién hecho llenó el aire. Encontré jengibre en la despensa y me dispuse a preparar el té. Hacer algo, lo que fuera, era una grata distracción.
A mitad de la comida, apareció María, con una expresión que mezclaba desapro