Punto de vista de Lino
Saqué mi cigarrillo para fumar mientras estaba junto al balcón. Delilah ya se había ido cuando regresé.
El aire era fresco, la noche silenciosa salvo por el lejano zumbido de la ciudad. Di una calada profunda, sintiendo el familiar ardor en la garganta, y exhalé lentamente, observando cómo el humo se enroscaba y se disipaba en la oscuridad.
La casa era enorme y vacía, cada rincón resonaba con recuerdos que parecían burlarse de mi realidad actual. Los suelos de mármol, la gran escalera, las costosas obras de arte en las paredes, todo se sentía frío, sin vida. Era una mansión, sí, pero carecía de calidez, de alma. Igual que su dueño, pensé con amargura.
Mi mente también divagaba, Juan. Había intentado sacarla de mis pensamientos, tratarla como una pieza más en este juego de ajedrez que jugaba mi familia. Pero ella era diferente. Había algo en ella, su cuerpo curvilíneo, sus pechos, sus ojos, que me irritaba. Era hermosa, con ese cabello castaño, esos ojos azules y