Ciel se retiró del centro del campo, caminando con paso firme hacia un alto risco que dominaba la zona. Desde allí podía observar a todos los clanes reunidos, medir sus movimientos y calcular quién estaba dispuesto a someterse y quién solo esperaba un descuido para desafiarla.
—Ian, Jordan —dijo, su voz firme pero calmada—. Debemos organizar a los clanes aliados primero. Algunos han demostrado lealtad inmediata, otros necesitan ver resultados antes de comprometerse.
Ian asintió, cruzando los brazos con decisión.
—Yo me encargaré de los que ya me han mostrado respeto y obediencia. Ninguno se atreverá a desafiarte mientras yo esté a su lado.
Jordan, aún con su ceño fruncido y una mezcla de celos y admiración, añadió:
—Yo me ocuparé de los que dudan. Aquellos que intenten aprovecharse o desafiar tu autoridad sentirán lo que significa subestimar al Eclipse.
Ciel respiró hondo, y su aura se expandió, como si la propia tierra reconociera su presencia. Las runas en su piel brillaban tenuemen