El amanecer se filtraba entre los muros de la fortaleza Vorlak, tiñendo los pasillos de un dorado pálido que parecía prometer un nuevo comienzo. Ciel caminaba por la sala central, sintiendo el pulso de su sangre híbrida con más fuerza que nunca. El enfrentamiento con el Observador le había enseñado que su poder no solo residía en la fuerza física o en las ilusiones: su ventaja real estaba en la armonía entre su parte humana y su naturaleza vampírica.
—Ciel, ¿estás lista? —preguntó Ian, su voz firme pero tranquila. Sostenía dos espadas antiguas que habían pertenecido a portadores legendarios.
—Sí —respondió ella, ajustando su equilibrio, consciente de que esta sesión sería diferente a cualquier entrenamiento anterior—. Hoy debemos explorar no solo el combate, sino el dominio del eclipse.
Jordan apareció junto a ellos, sus colmillos reflejando la luz que atravesaba los vitrales antiguos.
—Los portadores jóvenes observan —dijo con voz grave—. Esto no es solo entrenamiento; es aprendizaje