El cielo estaba teñido de gris y carmesí, presagio de que la tormenta que se avecinaba no era solo meteorológica. Desde lo alto de la montaña, el viento traía un frío cortante, y la energía de la marca de Ciel latía con fuerza, como si anticipara la inminente confrontación.
—Va a venir —dijo Ian, tensando los músculos mientras observaba el horizonte—. Siento su presencia. Esta vez no vendrá con advertencias.
Jordan colocó las manos sobre el bastón de energía que había preparado durante el entrenamiento.
—Está preparado para medirnos, pero nosotros también. Todo lo que Kael nos enseñó… hoy lo usaremos.
Ciel respiró hondo, dejando que la energía de la marca fluyera a través de su cuerpo. Sus ojos brillaban con un rojo intenso y su luz carmesí iluminaba el claro donde se encontraban.
—Si viene… no habrá margen de error. Esta vez, no solo defendemos. Atacamos con estrategia.
El aire vibró con un silencio inquietante, y de repente, Azrael apareció, descendiendo con velocidad sobrenatura