El cielo estaba teñido de un rojo intenso, como si la misma luz anunciara la llegada de la confrontación final. El viento azotaba la montaña, arrastrando hojas y polvo, mientras Ciel, Ian y Jordan se preparaban en el claro de la antigua fortaleza del linaje Vorlak. Cada piedra, cada símbolo, parecía vibrar con la energía de los antiguos portadores.
—Hoy termina —dijo Ciel, su voz firme, mientras su marca brillaba con un rojo carmesí casi cegador—. Hoy Azrael descubrirá que esta vez, somos nosotros quienes controlamos el juego.
Ian colocó un escudo frente a ellos, sus músculos tensos, listo para reaccionar ante cualquier ataque.
—Recuerden todo lo que aprendimos. Cada patrón, cada ilusión, cada estrategia de Azrael. Hoy no solo luchamos; anticipamos, adaptamos y contraatacamos.
Jordan ajustó su bastón de energía y asintió.
—Esta es la verdadera prueba. Hoy veremos si todo nuestro entrenamiento ha valido la pena.
Un instante después, un frío mortal descendió desde la cima de la montaña.