Era pasada la medianoche cuando un silencio inquietante cayó sobre el campus. La luz de la luna apenas iluminaba los pasillos vacíos, y un viento frío se colaba por las ventanas abiertas. Ciel, Ian y Jordan estaban reunidos en la sala de entrenamiento que habían improvisado, rodeados de libros antiguos, pergaminos y un par de artefactos que podrían ayudarlos a canalizar la energía de la marca.
—No debería tardar —murmuró Jordan, con los ojos fijos en la puerta principal—. Puede que el primer ataque sea una prueba, pero no podemos subestimarlo.
Ciel respiró hondo, la marca de su muñeca latiendo con fuerza.
—Estoy lista —dijo, aunque por dentro su corazón todavía latía con rapidez—. Lo que no controlo, puedo aprender a manejarlo. Lo que no entiendo, puedo descubrirlo.
Ian asintió, acercándose a ella.
—Recuerda: coordinación. No es solo tu poder. Nosotros somos tus aliados, y juntos podemos hacer que sobreviva.
De repente, un ruido sordo retumbó en los pasillos, como si el aire mismo se