Al amanecer, el campus parecía tranquilo, casi indiferente a la batalla que había tenido lugar la noche anterior. Sin embargo, Ciel, Ian y Jordan no podían permitirse bajar la guardia. Sabían que el cazador no atacaría de inmediato de nuevo, pero su presencia acechante todavía colmaba el aire.
—Tenemos que rastrear pistas —dijo Ian, mientras hojeaban los antiguos tomos y pergaminos que habían recolectado—. Cada movimiento, cada ataque que hizo, debe tener un patrón. Hay algo en su pasado que podemos usar.
Jordan apoyó un codo sobre la mesa, mirando los símbolos y anotaciones.
—Cualquier persona que haya cazado marcados antes debe haber dejado registros, ya sea en diarios, símbolos ocultos o incluso historias que se transmitieron como leyendas. Si podemos descifrar eso, sabremos a qué nos enfrentamos realmente.
Ciel suspiró, sus ojos fijos en la marca carmesí que aún brillaba débilmente en su muñeca.
—Puedo sentirlo… hay algo en su sangre, algo que resuena con la mía. No es solo poder