Capítulo siguiente — Entre Sombras y Latidos
El aire en Vorlak se volvió denso, cargado de energía. Las antorchas parpadeaban con un resplandor rojizo, como si presintieran la sangre que pronto se derramaría.
Ciel caminaba por los pasillos de piedra, con la capa negra ondeando tras ella, mientras cada paso resonaba con la gravedad de lo inevitable.
Ian la alcanzó antes de que llegara al patio de armas.
—No vas a salir sola —dijo con voz grave.
Ella no respondió; siguió caminando, pero él la tomó del brazo. Sus dedos se hundieron suavemente en su piel.
—Ciel… no puedes seguir cargando con todo. No estás obligada a salvarnos a todos.
Ciel giró apenas el rostro, su mirada brillando con una calma peligrosa.
—No lo hago por ellos. Lo hago porque si no enfrento esto ahora, nos destruirán uno a uno.
Ian la soltó despacio, su expresión endurecida por la impotencia. —Entonces déjame ir contigo. Si vamos a caer, caeremos juntos.
El silencio se quebró cuando una voz se unió desde la sombra cerca