―Cariño, silencia, ese bendito teléfono, por favor, está interrumpiendo mi sueño.
Me remuevo entre las sábanas y coloco la almohada sobre mi cabeza para no oír el incesante sonido de las notificaciones que llegan a mi móvil, ni la molesta voz de Georgina. La ignoro y sigo durmiendo.
A los pocos segundos vuelve a sonar.
―¿Puedes hacer algo con eso, samuel?
Bufo molesto. Salgo de la cama desnudo en pelotas, tomo el teléfono y abandono la habitación. ¿Quién carajos se atreve a enviar mensajes a esta hora de la madrugada? Me froto los ojos para aclarar mi visión y descubro que son las cuatro de la madrugada.
Le doy un vistazo a la pantalla y descubro que ha sido mi padre el que me ha enviado una innumerable cantidad de imágenes. ¿Qué hace despierto a esta hora? Movido por la curiosidad, desbloqueo la pantalla y entro a la aplicación de mensajería instantánea que suelo usar.
¿Qué demonios es esto?
Horacio Di Stéfano: Hoy disfruté de una deliciosa comida en familia. Sí, yal como lo es