Por Edgardo
Soy un hombre sencillo y así pretendo educar a mis hijos, pero eso no quiere decir que no me pueda imponer para lograr algo y esto es mucho más que un algo, es mi todo en la vida.
Candela es mi hija, desde que estaba en la panza de su madre, yo le hablaba y aunque esa maldita noche, saqué ese tema a relucir, nunca la vi como la hija de Evangelina, era nuestra pequeña y eso estaba fuera de toda discusión.
Candela estaba al lado mío y seguía mirándome con orgullo.
Salieron los pequeños y llevé a casa a Leandro y a Pablito, por el camino compramos el almuerzo en un local de comida rápida.
Candela pidió faltar al colegio, era uno de los días que tenía doble turno, yo se lo permití.
-Gracias, papi, por defendernos así.
No esperaba su agradecimiento, porque yo lo consideraba una obligación, si es que ellos decidían estar a mi lado.
-Siempre voy a responder por ustedes, es mi deber y mi derecho, los amo.
Le respondí.
Llegamos a casa y a los pocos minutos llegó Ingrid con Juampi,