El hombre sentía mucho miedo, justo cuando pensaba que había llegado su hora. Una mano delgada tomó el machete por el mango y apuntaba su rostro.
—¿El tiempo de quién se acabó? — preguntó de elenco indiferencia mientras acercaba el machete al cuello del hombre.
—Él… El mío. ¡No, por favor! ¡Lo siento, perdóname la vida! — respondió el hombre, temblaba de miedo, su rostro estaba pálido como si estuviera muerto.
Jaime acababa de abrir sus ojos, estaba confundido.
«¿Alguien puede explicarme qué acaba de pasar?».
—Buen chico, dime, ¿quién te envió a atacarnos? — acarició el hombro del líder con el mango del machete.
—No… no lo sé, solo hago mi trabajo — respondió luego de tragar saliva.
—¿Estás seguro? Te daré otra oportunidad para que hagas memoria, ¿quién te envió? — preguntó Belén luego de levantar su ceja.
El hombre estaba aterrado por la mirada sombría de Belén.
A pesar de lo que había sucedido, no parecía algo extraordinario; él era un hombre que ganaba por pelear. Por la