—Tienes razón.
—¿Qué? — preguntó Bella, impactada, incapaz de procesar al instante lo que dijo su hijo.
—¿Por qué debería recibir a una extraña? Dejar que se quede aquí si en verdad te agrada tanto. Solo avísame cuando te canses de verla por ahí — respondió Daniel con desdén.
—Tú… — Bella se enrojeció de la ira—. Atrévete a decir eso de nuevo. Te ayudo a elegir a tu futura esposa, no a un amante.
—Oh, no tienes que preocuparte por eso. Puedo encontrar a mi propia esposa. Es más, ya la encontré.
Bella se sorprendió al escucharlo Y de pronto recordó la llamada telefónica de antes. Sus pupilas se contrajeron cuando exclamó—;
¿No inventaste eso solo para ignorarme?
Daniel no quería continuar la conversación, Así que miró su reloj y dijo:
—Tengo trabajo que atender. — se alejó.
Solo entonces, Bella se dio cuenta de que él hablaba en serio y continuó entusiasmada.
—¿Quién es? ¿Cuáles son sus cualificaciones? ¿Cómo se llama? ¿La conozco?
Por supuesto, lo que más le preocupaba e