34
“El amor jamás desaparece”
El grito de Eva atravesó la oscuridad del Inframundo, un lamento que hizo a Sebastián rugir de dolor y furia. Se despojó del manto gris de Apolo, la tela áspera cayendo a sus pies como si no pudiera soportar su peso. Sus ojos se volvieron de un rojo intenso, la rabia licántropa ardiendo en ellos como dos ascuas vivas.
—¡A la mierda con la cautela! —gruñó, su voz profunda resonando en el aire denso y putrefacto—. Ella está cerca. La huelo. ¡Y ese hijo de perra la está tocando!
Apolo lo miró con la misma curiosidad fría de antes, pero con un toque de exasperación. —El olor de tu mate te guiará, alfa, pero tu imprudencia te matará. Este lugar es un laberinto de horrores. Zyghor no te está esperando en una sala de estar con galletas.
—No la entiendes —intervino Elías, que aunque asustado, se mantuvo firme—. Un alfa siempre sentirá a su luna. Es un instinto que no puedes apagar. Eva es su luna. Es la mate de nuestro líder. Y un lobo no se detiene ante nada por