Ana Lombardi es una joven aclamada diseñadora de modas en la gran ciudad New York con tan solo veintiséis años. Los medios la tienen en un concepto de perfeccionista, obsesiva del control, famosa a tan corta edad y una impresionante figura influyente. Tiene una gran fila de hombres que buscan ganarse su corazón y disfrutar de una vida de lujos y pasarelas. Pero lo que nadie sabe, es que Ana tiene secretos, un pasado que ha regresado amenazando con arrebatar lo más preciado de su vida. Hudson Bennett es un empresario que se cruza en la vida de Ana, poco a poco descubre lo que más atesora ella con fiereza, descubriendo que el mundo puede ser demasiado pequeño cuando menos lo piensas… Una noche de máscaras. Un hombre misterioso. Una marca de nacimiento y un secreto cambiará sus vidas…
Leer másAna
Mucha gente me ha definido en estos seis años como una obsesionada de la disciplina y del control. Y es la verdad. Este mundo necesita de disciplina y organización para poder hacer las cosas bien, muy bien o simplemente perfecto. Lo mío es:
Perfecto.
—Señora Lombardi, el proveedor ha informado que llegará diez minutos antes para revisar los detalles antes de entrar a la presentación—afirmo con mi cabeza sin mirarla. Estoy llenando una solicitud muy importante. Necesitaba pasar por un riguroso sistema de esta y esperar la respuesta, si la aceptaban o no. Podría contratar una persona de tiempo completo y por más nombre que tuviera, fama o dinero…para todos es igual.
— ¿Es todo? —pregunto mientras la mujer sigue de pie con su tableta abrazada a su cuerpo.
—No señora, el señor Lewis, informó que estará en su oficina y me encargó en dejar unos documentos a... —levanto la mirada y dejo de escribir sobre la solicitud. Es el nuevo ejecutivo de relaciones públicas que había contratado esta semana.
— ¿Qué...? —su rostro palidece.
—Señora... yo...—levanto la mano para que no siga. Tuerzo mis labios en desaprobación. Este hombre piensa que vendrá a mi empresa a darse aires de superioridad solo porque sabe de relaciones públicas, aún no sabe quién es la dueña de este imperio y creo que es hora de marcar niveles, aunque es la primera vez que hago esto, tengo que hacerlo.
—Manda por el proveedor y que me espere en el taller. En diez minutos estaré con él. —me levanto sin una expresión en mi rostro. Salgo de la oficina, y me dirijo a la oficina de Lewis Wilson, el hombre de publicidad. Ante mis empleados, soy una mujer de corazón de hierro, nunca me han visto sonreír, carcajear o simplemente hablar de temas que no involucrara el tema de la moda. Siempre esta esa línea presente entre ellos y yo. Jefa y empleados. Las personas están centradas en sus labores, pero sé que no pasaron desapercibida mi presencia por el pasillo, debido al ruido de mis hermosos tacones.
Me detengo frente a la puerta de la oficina, veo el letrero "Lewis Wilson, Publicidad" abro la puerta sin tocar y puedo ver a un hombre alto, en traje elegante, en mano con una agenda, y en otra una caja de galletas. Levanta la mirada sorprendido, y deja lo que está haciendo para prestarme atención.
—Buenos días, ¿En qué le puedo ayudar señorita? —Sé con toda seguridad que mira mi escote, discreto pero visible.
—Tome asiento por favor—su frente se arruga de confusión a mi orden.
—Me han dicho en recursos humanos que es bueno en lo que hace, inclusive hay muy buenas referencias, y unos cuantos logros en su trabajo anterior...—digo mientras camino hasta la gran ventana que da a un hermoso paisaje de la ciudad Neoyorquina.
— ¿Y qué tiene recursos humanos pasando esa información? ¿Qué no existe la privacidad? —la voz irritado del hombre es evidente.
Me vuelvo para verlo tomar asiento en su silla negra frente a su escritorio.
—Tengo que saber ese tipo de detalles, si voy a dar la autorización en contratarlo, Señor... Lewis—su rostro palidece.
—Señora Lombardi...no la reconocí...—dijo levantándose torpemente de su asiento, extiende su mano, pero la miro y me vuelvo a ver el paisaje.
— ¿Tiene algún problema trabajar con mujeres, señor Lewis? — me vuelvo de nuevo, camino hasta el escritorio y quedo frente a él.
—No, claro que no. Supe de un principio que trabajaría para usted, es un honor estar trabajando para su empresa señora Lombardi y…—levanto la mano para que no siga hablando.
—Quiero dejar claro, que mi secretaria, es MI secretaria, no es de usted, ni de otro ejecutivo. Que sea la última vez que la use para sus tareas, o sus avisos. Por qué sería mal ver qué no puede hacerse tiempo para realizar sus propias tareas, y eso me da a entender que no es apto para el puesto... si ese vuelve a ser el caso, solo lo invitaré a pasar a recursos humanos. ¿Entendido? —afirma rápidamente.
Salgo de la oficina y no es sorpresa ver a mi secretaria y asistente esperando al final del pasillo, camino hasta ellas.
—Señora Lombardi, el proveedor la espera—caminamos hasta el taller, mi secretaria y mi asistente van detrás de mí. La gente alrededor solo mira de reojo.
Entro al taller donde están lotes de tela perfectamente acomodada en colores, texturas, y altura. El proveedor está con su muestrario de telas esperando frente a una mesa grande donde se usa como herramienta de corte.
—Buenos días, señora Lombardi—me extiende la mano y acepto el saludo.
—Buenos días, Josh. ¿Son las telas para la presentación? —y el afirma efusivamente con su cabeza y una gran sonrisa.
Mis manos se deslizan por el pedazo de tela extendida sobre la mesa, brilla, es sedosa y muy exquisita al toque. Es un color gris plata... mi mente empieza a trabajar en un estilo de zapatillas de aguja con este tipo de tela.
—Viene desde Abu Dabi. Y a un excelente precio de exportación…—dice mientras sigo acariciando la tela e imaginando miles de diseños. Es un don. Y tenía seis años sacando provecho a ello.
—Bien, ¿Hay más telas? —pregunto en un tono discreto, pero ansiosa.
—Si señora, pero solo traje las principales. Hay miles de colores y texturas. Este contacto es muy discreto, con precios demasiados buenos, son meses de su búsqueda, muchos decían que era una leyenda urbana, pero al fin dimos con él. Déjeme decirle que está dispuesto a escuchar ofertas para ser nuestro exportador anónimo. —Mi corazón baila. Es una excelente noticia y más en un comienzo de semana. El próximo fin de semana, sería el desfile junto con Herrera y lanzaría mi nueva colección de zapatillas. Todo se acomoda de nuevo a mi favor.
“No tientes tanto tu suerte, Ana.”
—Perfecto, recuerda a Sally…—señalo a la asistente que está lista para escribir en su tableta—…que te den un bono por tu trabajo. Uno bueno...—miro a Sally quien afirma con una sonrisa y teclea a toda prisa en su tableta. Edwin mi secretaria me recordó la hora de la junta.
—Vamos, quiero ver el resto de las telas después de la presentación. —y salimos a la sala de juntas, emocionada por dentro por todas las ideas que pasaban por mi cabeza.
Ana Camino entre el césped, mirando uno que otro nombre, flores y árboles alrededor. El cielo estaba brillando en lo más alto, la brisa nos abrazaba. Me detengo frente a él. Su nombre en chino, así como su nombre en español, estaba marcado en esa lápida de mármol. Cinco años después de su muerte, aún seguía viniendo en su aniversario luctuoso, veníamos mejor dicho. Al año de la muerte de John, Hudson y yo habíamos decidido casarnos, mis padres finalmente viajaron para conocer a su nieta, para conocer a mi esposo y a su familia. Había cambiado mi apellido a Bennett y Gianella estaba incluida, Hudson y yo nos habíamos compenetrado tan bien, que rara vez teníamos discusiones. Gianella empezó a crec
Ana Gianella corre por la playa, está Estefany haciendo castillos de arena mientras vigila a la niña. Estoy sentada en el banco de madera que está en el porche de la casa, el ruido de las olas me relaja por momentos, pero luego regresa la tensión, miles de cosas por mi cabeza. Cierro los ojos, hace unas horas que pudimos salir libremente de la casa, tenían que hacer revisión de cada rincón del aérea. Hudson había salido de la operación muy bien. La bala por poco perforaba un pulmón, le retiraron la bala y ahora esperaba el alta en unos días. Caleb seguía al mando de todo esto junto con John y Jeremy. Mía cuida de Hudson así como sus padres. Los padres aun no sabían de la verdadera situación, pero de lo que si estaban seguros es de que pasa algo, Caleb dice que son muy observadores y que tarde o temprano se en
Ana Mi corazón late frenéticamente, había hablado con John, acerca de decirle la verdad. John había perdido a su esposa y a su hija de diez años hace tiempo atrás, antes de haberse unido a las fuerzas aéreas de china. John…sabía a la perfección lo que es perder a un ser amado, después de la llamada con Hudson, había quedado en un momento de seriedad. “Tienes vivo al padre de Gianella, sabes lo sucedido en el pasado, el hombre nos está ayudando sin saber que a quien está protegiendo es a su hija. He pensado detenidamente todo esto, desde que he descubierto que Hudson Bennett quien es en verdad, que es el hombre del cual te has enamorado años atrás, ahora, está presente. Cuando tengas la oportunidad que muchos no tienen, habla con la verdad.”
Hudson Miro de nuevo los resultados de ADN de Gianella, estoy congelado en mi lugar. Caleb está frente a mí sentado en el sillón individual y al lado está Mía; hace dos horas había terminado de hablar con John donde le cuento todo lo sucedido. Ahora, aquí estoy confirmando que Gianella…es mi hija. No estoy seguro como, pero sé qué pelaría por ellas. Por qué se han vuelto ahora parte de mi vida. Pero algo me carcome por dentro, ¿Ana sabe que yo soy el padre? ¿O simplemente nunca se ha enterado? ¿O sea ha enterado Santiago y por eso quiere hacerle daño? Cierro mis ojos mientras arrugo el documento en mis manos. —Tranquilo, Hudson. —abro mis ojos y las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas. Caleb se preocupa y se levanta a toda pris
Ana —Maletín, portafolio y el nuevo móvil—John me informa mientras subimos al elevador del hotel Jumeirah At Etihad Towers. La ansiedad por saber de mi hija, no me deja pensar en nada. —Quiero llamar a Hudson, ¿Me facilitas el número? —pregunto a John, él afirma. Entramos a la suite principal, la habitación más cara. No había encontrado mi asistente una más sencilla, según la ocupación, el hotel está lleno. John deja a mi asistente en la habitación continua, él y tres de seguridad vienen con nosotros. Incluyendo a Phillips. Pido que me dejen sola y les informo que no quiero interrupciones, a menos que fuese muy importante. Miro mi reloj y marca las 7:25 pm, comienzo a contar las horas en mi mente, serían las 11:15 am. Suelto el aire que
Hudson — ¿Te estás escuchando? ¡Suenas como Al Capone! ¡No conocía ese lado de Mía pequeña Bennett! —sonríe orgulloso Caleb rodeándola con su brazo. —Aunque es muy peligroso, hay que tener cuidado. Sé debe y se puede hacer, solo si siempre controlamos hasta el más mínimo detalle… ¿Qué opinas, Hudson? Tengo a Jeff, es un hacker muy pero muy buscado por la CIA y el FBI, puede localizarnos en unos cuantos minutos a ese tal Santiago, hasta el color de su popis nos entrega—sigo impresionado por la mente de mi pequeña hermana. —Desde cuando mi…—el toque de la puerta nos alerta—Pase—digo dejando la tostada con mermelada que no he ni dado una mordida. &md
Último capítulo