Capítulo ochenta y dos: El doctor.
Caminé por los pasillos mientras mi sangre volvía a circular con normalidad. Antes hervía, ahora solo está caliente. Era fácil perderse en un hospital. Los pasillos eran idénticos, las recepciones de cada especialidad, las sillas. Si no fuera por los avisos que indicaban a qué área estábamos entrando, no sabría por donde me estaba metiendo. Deberían poner un mapa en cada pasillo.
Mis pies me llevaron al área de cuidados intensivos neonatales.
Se me vino a la mente el rostro del doctor.
Había una puerta vigilada, así que descarté la idea que tenía en la cabeza. Antes de que diera media vuelta, el doctor salió. Sus ojos estaban hinchados y enrojecidos. Su piel lucía como si hubiera envejecido diez años y sus hombros caídos No me imaginaba el dolor por el que estaba pasando.
Los ojos del doctor se cruzaron con los míos.
―Señora…
―Karina. Me llamo Karina.
Con confianza, avancé hasta el doctor.
Su estado de ánimo era bajo. Y aún así, me ofreció una sonrisa triste.
―Jus