—Le hice una pregunta, ¿quién es usted y qué hace en la puerta de mi casa? ¿Acaso nos conocemos? —dijo Monserrat, intrigada, mientras Guillermo permanecía a su lado, atento y preocupado por la situación.
La persona se acercó a Monserrat con una expresión seria en el rostro, como si cada palabra que iba a pronunciar tuviera una carga muy fuerte. Se detuvo un momento, evaluando la situación, asegurándose de que ella estuviera lista para escuchar lo que tenía que decir.
—Buenas tardes, busco al señor Pasquel —comenzó, con voz firme pero amable, provocando un nerviosismo en Monserrat.
—¿Busca a mi padre? —preguntó Monserrat, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda—. Pero él ya no está más con nosotros, mi padre falleció.
—Oh, lo siento, no estaba enterado de la noticia, reciba mis condolencias. —respondió el hombre, con un tono un poco más serio—. Entonces, usted es su hija.
En ese instante, Guillermo decidió intervenir, consciente del estado mental de Monserrat, aunque no sabía quie