La tensión en la sala era tensa. Grecia se veía molesta, con el rostro enrojecido por la ira y el odio reflejado en su mirada. Su corazón latía con fuerza, y al ver a Miranda frente a ella, sintió que la rabia comenzaba a fermentarse en su interior. Había algo en la presencia de Miranda que la incomodaba profundamente, una mezcla de desafío y desfachatez que la hacía hervir por dentro como un volcán.
—¿Se puede saber qué haces aquí en mi casa, Miranda? —preguntó Grecia, con su voz temblorosa, sintiendo una mezcla de sorpresa y coraje. Lo último que esperaba era ver a esa mujer en su hogar; le parecía una falta de respeto, especialmente después de haberla encontrado besándose con Luis Fernando en la oficina. La imagen de ese momento seguía fresca en su mente, como una herida abierta.
Miranda, con una determinación que la hacía parecer casi imponente, respondió con firmeza:
—Vine a hablar contigo de mujer a mujer.
Sus ojos se encontraron, y en ese instante, la mirada de Miranda