6. Mi prometida
Gabriel
Una hora antes
El motor del auto se detiene frente al hotel, pero yo no me muevo.
Desde el asiento del copiloto, Emma gira la cabeza hacia mí. Viste de rojo, como siempre le sugiere mi madre. Es la clase de mujer que parece salir bien en todas las fotos de sociedad: hija de diplomáticos, elegante, disciplinada, predecible.
Y terriblemente aburrida, al menos para mí. Pero también es necesaria, y eso no lo puedo olvidar.
Mucho menos que es la mujer que eligieron para que me "acompañara" a estos eventos desde hace casi un año.
Mi pareja. La futura señora San Román.
—¿Vas a quedarte todo el día con esa cara? —pregunta con fastidio—. Desde ayer estás insoportable, Gabriel. Ni siquiera en la cena abriste la boca.
No contesto de inmediato. Mis dedos tamborilean contra el apoyabrazos. Cierro los ojos un segundo.
Catalina.
Aparece con la cabeza en alto, como si nada. Como si no me hubiera traicionado. Como si no hubiera destruido todo lo que teníamos. Como si no me hubiera obligado a de