54. ¡No deja de mentir!
Gabriel
Es tu hijo…. Tienes que creerme. No te estoy mintiendo.
Las palabras se repiten en mi mente y el coraje, el miedo, la frustración todo se materializa en mis palabras cuándo le digo:
—¿A qué demonios estás jugando?
Las palabras se me escapan con una rabia que no esperaba liberar tan pronto. Dejo caer el papel sobre la mesa de metal, entre nosotros, con un golpe seco.
Lo empujo hacia ella. Catalina no se mueve. Sus ojos bajan hacia el sobre abierto, pero no lo toca. La luz cenital ilumina su rostro, revelando la palidez de su piel y el temblor de su labio inferior.
Su silencio es un grito sordo que me enfurece aún más y que al mismo tiempo remueve todo en mi interior.
—Debes repetirla —dice al fin, con voz temblorosa pero sin quebrarse del todo—. Tiene que haber un error, Gabriel. Te juro que estoy diciendo la verdad. Solo repitela y te darás cuenta, por favor…
No. No. No.
¿A qué demonios está jugando? Le he mostrado que la he descubierto y aún así sigue insistiendo, será posibl