Gabriel

No debería sorprenderme. A estas alturas, debería haber aprendido que la paz en mi vida tiene fecha de expiración.

Sin embargo, creí que hoy, con toda la mierd4 que pasó con la basura de Julian, ya había pagado mi cuota. Pero aun así, cuando entro al penthouse y escucho el golpe séptico de los tacones de Emma cruzando la sala, algo dentro de mí se crispa.

Mi instinto me dice que se avecina una discusión y sinceramente ahora mismo me siento con ganas de todo, menos de aguantar un sermón.

Camino con lentitud y me voy quitando el saco, pues acabo de salir de una reunión en la empresa que tengo con Ivan. Todo esto de la doble vida me está pasando factura, al punto que no estoy durmiendo más de 4 horas al día.

Finalmente cruzo el recibidor y ahí está ella.

Tiene los brazos cruzados sobre el pecho y una mirada que grita reproche antes de que abra la boca. Aún así lo hace. Claro que lo hace.

Esa es otra de las cosas en la que es muy parecida a mi querida madre, no sabe lo que es res